Déjame ver; mirar a hurtadillas un poco más allá de lo prohibido.

Pero el camino de mis sueños se rompe en la frontera que dibuja todo este muro de secretos. Atrapado en el exterior descanso en las cimas de estas montañas de bosques sin fin. Y llueve para siempre. Y existes para nunca.

Un tranvía atraviesa el manantial de alfileres de mercurio y agujas de cal. Las hojas de los árboles acarician los vagones de cera y papel: y todas las frentes están contra el cristal.

Me rechazan, y hablo de luz; a las personas de este tren, que portan corazones como laboratorios de las cien mil cepas de dolor que crecerán y acabarán con ellos. Dispuestas a morir, mañana u hoy; siempre sin saber por qué.

¿Qué para esta pandemia de estrés y vértigo? ... Qué para esta extravagante soledad excéntrica...

Esta triste... misiva sin correspondencia.

---

Archivado en: Personal, Reflexiones.